¿CUALQUIER SEMEJANZA ES PURA COINCIDENCIA?


Termino de leer “El pergamino de la seducción”, libro de Gioconda Belli y que me regalara mí amiga Elena (Maggy) para uno de mis ya tantos cumpleaños. Quizás, sabiendo o sin saber, puso en mis manos una novela que, salvando los tiempos, bien podría ser parte de la historia de nuestros días.

Aún no salgo de mí asombro por la relación inmediata que realizó mi mente comparando hechos y personajes de la historia con circunstancias y personas de un pasado reciente y hasta actual.

En esta magnífica novela de ficción, la autora crea dos personajes (el historiador y una joven muchacha) que reconstruyen sobre datos históricos, tomados de fuentes reales y bibliográficos de distintos autores, la vida, los emociones, los sentimientos y el enigma en torno a quien fuera la Reina Juana de Castilla.

Juana I de Castilla, llamada "Juana la Loca" fue reina de Castilla desde 1504 hasta 1555, fecha de su fallecimiento. Sin embargo, desde 1506 no ejerció ningún poder efectivo y a partir de 1509 vivió encerrada en Tordesillas, primero por orden de su padre, Fernando el Católico, y después por orden de su hijo, el rey Carlos I. 

Fue apodada "la Loca" por una supuesta enfermedad mental alegada por su padre y por su hijo para aparatarla del trono y mantenerla encerrada en Tordesillas de por vida. Se ha escrito que la enfermedad podría haber sido causada por los celos hacia su marido (Felipe I el Hermoso) y por el dolor que sintió tras su muerte. 

La versión oficial en el siglo XVI fue que la reina Juana había sido retirada del trono por su incapacidad debida a una enfermedad mental. Se ha escrito que pudo padecer de melancolía, trastorno depresivo severo, psicosis o trastorno esquizoafectivo. Existe debate sobre el diagnostico de su enfermedad mental, considerando que sus síntomas se agravaron por su confinamiento forzoso y el sometimiento a otras personas (los Denia). 

En 1860 se halló documentación que demostraban que la hasta entonces llamada Juana "la Loca", en realidad había sido víctima de una confabulación tramada por su padre, Fernando el Católico, y luego confirmada por su hijo, Carlos I. 

La aceptación de la "locura" se ha mantenido en mayor y menor medida durante el siglo XX, pero está siendo revisada en el siglo XXI, sobre todo a raíz de los estudios de investigadores estadounidenses que han sacado a la luz nuevos datos sobre su figura. 

La narración, entretenida y profunda de la novela, cautiva al lector que va en busca de desentrañar el enigma sobre el mal que pudo haber aquejado a la Reina y cuanto de cierto hay en ellas. 

Sin duda, éste libro me transportó a una realidad política actual de nuestro país. Salvando las distancias de tiempos y épocas, se evidencian que los factores o grupos de poder siempre existieron; y en ese sentido, la indiferencia de Juana hacia la religión no puede soslayarse. 

Es evidente que Juana no tuvo la sabiduría ni la capacidad de maniobra política o voluntad de poder frente a las ambiciones que conspiraban contra ella y contra su hija Catalina, quien fuera sacada a la fuerza de su lado para menoscabar su rebeldía. 

Imposible no comparar. Imposible no detenerse y pensar.

Mujeres solas, con poder, sabiduría, liderazgo y don de mando. Impensado para aquella época. Vedado para la actual.

Recuerdo escribir en CF Cristales Fecundos el sinfín de diagnósticos aportados por figuras de alcance mediático en torno a una figura política actual. Políticos, religiosos, médicos y periodistas decretaron los orígenes de los síntomas y sus consecuencias psíquicas.

Así hablaron de “Omnipotente”, “Bipolaridad”, “Síndrome frontal” y “Síndrome de Hubris” entre otras. Persiguieron a su familia; atentaron contra su dignidad y no tuvieron respeto a su condición de persona y mujer.

Al igual que Juana, sola, sin compañero ni poder, de haberlo permitido la época también habría sido encerrada bajo un régimen de vejaciones y maltrato físico.

Dice Gioconda Belli en la Nota Final de su novela: “…Personalmente, mi conclusión es que cualquier mujer con un sentido firme de sí misma, confrontada con las arbitrariedades y abusos que ella enfrentó y debiendo aceptar su impotencia frente a un sistema autoritario, se deprimiría. Cada quién vive sus depresiones de distinta manera y es comprensible que la falta de inhibiciones de Juana para expresar su descontento y su tristeza se interpretara, en una época en que la represión era la norma de conducta, como locura. Por otro lado, como ya señalé, hay que considerar la óptica de quienes han interpretado su comportamiento. Mi lectura de documentos, ensayos y libros sobre Juana señala la existencia, aún entre los historiadores masculinos, de una controversia no resuelta en relación a si su conducta era patológica o resultado de la maraña de intrigas en la que se vio envuelta. Que la mayoría de los estudiosos se incline por su locura es coherente con el tipo de criterio con que se han analizado por muchísimo tiempo los personajes históricos femeninos.”

Siglo XXI: vislumbrar el actuar con otra mirada lleva a imaginar perspectivas distintas, despojada de los prejuicios patriarcales de aquella y de ésta época.

Ni locas, ni bipolares: Mujeres.

¿Quién se atreverá? Yo me atreveré. Juana de Castilla.


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